sábado, 19 de septiembre de 2009

DEMON EST DEUS INVERSUS


Esta frase simbólica, en sus múltiples formas, es ciertamente muy peligrosa e iconoclasta frente a todas las últimas religiones dualistas, o más bien teologías, y especialmente a la luz del cristianismo. Sin embargo, no sería justo ni exacto decir que el Cristianismo es el que ha concebido y dado luz a Satán. Como “Adversario”, como Poder opuesto requerido por el equilibrio y la armonía de las cosas en el Universo, así como es necesaria la sombra para hacer resaltar la Luz, la Noche para poner más de relieve al Día, y así como el Frío hace apreciar más la bondad del calor, así ha existido siempre Satán. La Homogeneidad es una e indivisible. Pero si el Uno y Absoluto homogéneo no es una mera figura del lenguaje; y si lo Heterogéneo, en su aspecto dual, es su producción, su sombra o reflejo bifurcado, entonces aquella Homogeneidad divina tiene que contener en sí misma tanto la esencia de lo bueno como de lo malo. Si “Dios” es Absoluto, Infinito y Raíz Universal de todas las cosas en la Naturaleza y en su Universo, ¿de dónde viene el Mal o el Demonio, sino de la misma Matriz áurea del Absoluto? Así pues, o tenemos que aceptar la emanación del bien y del mal, de Agathodaemon y de Kakodaemon, como ramas del mismo tronco del Árbol de la Existencia, o tenemos que resignarnos al absurdo de creer en dos Absolutos eternos.

Teniendo que buscar el origen de la idea en los mismos principios de la mente humana, es de justicia entretanto conceder lo suyo hasta al Diablo proverbial. La antigüedad no conocía ningún “Dios del mal” aislado, completa y absolutamente malo. El pensamiento pagano representaba al bien y al mal como hermanos gemelos, nacidos de la misma madre, la Naturaleza; tan pronto como aquel pensamiento se perdió, haciéndose arcaico, la Sabiduría se convirtió en Filosofía. En el principio, los símbolos del bien y del mal eran meras abstracciones, Luz y Tinieblas; más tarde, sus tipos fueron elegidos entre los fenómenos cósmicos más naturales y siempre repetidos periódicamente, el Día y la Noche, o el Sol y la Luna. Luego fueron representados por las Huestes de las Deidades del Sol y de la Luna, y el Dragón de las Tinieblas fue el contraste del Dragón de la Luz. La Hueste de Satán es Hija de Dios, lo mismo que la Hueste de B’ne Alhim, los Hijos de Dios que fueron a “presentarse ante el Señor”, su Padre (1). “Los Hijos de Dios” se convirtieron en “Ángeles caídos” sólo cuando comprendieron que las hijas de los hombres “eran hermosas” (2).


En la filosofía inda, los Suras estaban clasificados entre los dioses más primitivos y resplandecientes, y se convirtieron en Asuras sólo cuando fueron destronados por la fantasía brahmánica. Satán no tomó nunca la forma antropomórfica, individualizada, hasta que se completó la creación por el hombre, de “un Dios personal viviente”; y entonces sólo como una cosa de principal necesidad. Era necesaria una pantalla, un testaferro para explicar la crueldad, los errores y la injusticia demasiado evidentes, perpetrados por aquél a quien se atribuía la perfección, la misericordia y la bondad absolutas. Éste fue el primer efecto kármico de abandonar un Panteísmo filosófico y lógico, para construir, como apoyo para el hombre perezoso, “un Padre misericordioso en el Cielo”, cuyas acciones diarias y de cada momento, como Natura Naturans, la “Madre hermosa, pero fría como el mármol”, desmienten la suposición. Ésta condujo al concepto de los gemelos primitivos Osiris-Tifón, Ormazd-Ahriman, y por último Caín-Abel y el tutti quanti de los opuestos.
Habiendo empezado “Dios”, el Creador, por ser sinónimo de Naturaleza, terminó por ser convertido en su autor. Pascal resuelve muy artificiosamente la dificultad, diciendo:

La Naturaleza tiene perfecciones para mostrar que es la imagen de Dios; y defectos para indicar que es tan sólo su imagen.


Mientras más se profundiza en la obscuridad de las edades prehistóricas, más filosófica aparece la figura prototípica del último Satán. El primer “Adversario”, en forma individual humana, que se encuentra en la antigua literatura puránica, es uno de sus más grandes Rishis y Yoguis - Nârada, llamado “el Productor de las contiendas”.
Él es un Brahmaputra, un hijo de Brahmâ, el masculino. Pero más adelante nos ocuparemos de él. Quien sea en realidad el gran “Impostor”, se puede poner en claro, investigando el asunto, con los ojos abiertos y la mente libre de prejuicios, en todas las Cosmogonías y Escrituras antiguas.
Es al Demiurgo antropomorfizado, al Creador de Cielos y Tierra, separado de la Hueste colectiva de sus Creadores Compañeros, a quien, por decirlo así, representa y sintetiza. Ahora es el Dios de las Teologías. “El deseo es padre del pensamiento”. Ocurrió una vez que un símbolo filosófico abandonó a la perversa imaginación humana; después tomó la forma de un Dios diabólico, engañador, astuto y celoso.
Como los Dragones y otros Ángeles Caídos se describen en otras partes de esta obra, bastarán ahora unas cuantas palabras sobre el tan maltratado Satán. El estudiante debe tener presente que en todo el mundo, excepto en las naciones cristianas, el Diablo no es hasta hoy más que el aspecto opuesto, en la naturaleza dual del llamado Creador. Esto es natural. No puede pretenderse que Dios sea la síntesis de todo el Universo; que sea Omnipresente, Omnisciente e Infinito, y divorciarlo luego del Mal. Como hay mucho más Mal que Bien en el mundo, se deduce lógicamente que o bien Dios tiene que abarcar el Mal y ser causa directa del mismo, o de lo contrario abandonar toda pretensión a la Absolutividad. Los antiguos comprendían esto tan bien, que sus filósofos, a quienes siguen ahora los kabalistas, definían el Mal como el “revestimiento” de Dios, o el Bien; y Demon est Deus inversus es un adagio muy antiguo. Verdaderamente, el Mal no es sino una fuerza ciega competidora en la Naturaleza; es la reacción, la oposición y el contraste -el mal para unos, el bien para otros-. No hay malum in se, sino sólo la Sombra de la Luz, sin la cual ésta no podría tener existencia, ni aun para nuestra percepción. Si el Mal desapareciese, el Bien también desaparecería con él de la Tierra. El “Antiguo Dragón” era Espíritu puro antes de convertirse en Materia; era pasivo antes de ser activo. En la Magia sirio-caldea, tanto Ophis como Ophiomorphos, se juntan en el Zodíaco en el signo Andrógino Virgo Scorpio. Antes de su caída en la tierra, la Serpiente era Ophis-Christos; y después de su caída, se convirtió en Ophiomorphos-Chrestos. En todas partes las especulaciones de los kabalistas tratan al Mal como una Fuerza que es contraria, pero al mismo tiempo esencial para el Bien, dándole la vitalidad y existencia que, de otro modo, no podría tener. No habría Vida posible (en el sentido mayávico) sin la Muerte; ninguna regeneración ni reconstrucción sin destrucción. Las plantas perecerían bajo una luz solar eterna, y lo mismo le sucedería al hombre, que se convertiría en un autómata sin el ejercicio de su libre albedrío, y sin su aspiración hacia la luz, que perdería su ser y su valor para él si no hubiese otra cosa. El Bien es infinito y eterno tan sólo en lo eternamente oculto para nosotros, y por esto nos lo imaginamos eterno. En los planos manifestados, uno equilibra al otro. Pocos son los deístas creyentes en un Dios Personal que no hagan de Satán la sombra de Dios, o que, confundiendo a ambos, no crean tener derecho para rogar a su ídolo, pidiéndole su ayuda y protección para la ejecución e inmunidad de sus actos malos y crueles. “No nos hagas caer en la tentación”, es la oración que dirigen a “nuestro Padre en el Cielo”, y no al Diablo, millones de corazones cristianos. Esto lo hacen repitiendo las mismas palabras que ponen en la boca de su Salvador, y sin embargo no se les ocurre pensar en el hecho de que su significado lo contradice por completo Santiago, “el hermano del Señor”.
Que no diga hombre alguno cuando siente la tentación, estoy tentado por Dios; pues Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta él a hombre alguno (3).

¿Por qué, pues, decir que el Diablo es quien nos tienta, cuando la Iglesia nos enseña, bajo la autoridad de Cristo, que es Dios quien lo hace? Abrid cualquier libro piadoso en donde se defina la palabra “tentación” en su sentido teológico, y encontraréis en seguida dos definiciones:

(1ª) Aquellas aflicciones y penas con las cuales prueba Dios a los suyos. (2ª) Aquellos medios e incitaciones empleadas por el Demonio para engañar y alucinar a la Humanidad (4).

Las enseñanzas de Cristo y de Santiago se contradicen al ser aceptadas literalmente; ¿y qué dogma puede reconciliar las dos si se rechaza el significado oculto?
¡Entre las alternativas seducciones, sabio será el filósofo que pueda decidir dónde Dios desaparece para ser reemplazado por el Diablo! Por lo tanto, cuando leemos que “el Demonio es un mentiroso y el padre de la mentira”, que es la mentira encarnada, y se nos dice al mismo tiempo que Satán, el Demonio, era un Hijo de Dios y el más hermoso de sus Arcángeles, antes que creer que el Padre y el Hijo son una Mentira gigantesca, personificada y eterna, preferimos dirigirnos a la filosofía pagana y a la panteísta, para informarnos.

Texto tomado de La Doctrina Secreta Vol. 2 de H.P. Blavatsky

1 comentario:

  1. somos potencialmente "buenos", y potencialmente "malos" una ambiguedad que no tiene delimitantes entre si, tanto uno es como lo otro, decidimos que es algo o que no lo es por la pereza de no complicar una mediocre y catatonica realidad...

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...