Les comparto este documental que me encontré por ahí, agradezco a la ST de Córdoba, Argentina el haberlo traducido al español y a Ale Córdoba el subirlo, está muy instructivo.
viernes, 13 de julio de 2012
lunes, 16 de abril de 2012
Curso "Los Astros: Aproximaciones Esotéricas" en la Sociedad Teosófica en México
Pues con la novedad que éste será el primer curso que impartiré en la Sociedad Teosófica. Será en la sede nacional en México, los viernes 20 de abril, 27 de abril y 4 de mayo, de las 19:00 a las 20:30 horas, con un pequeño convivio al final de cada sesión.
El tema que trataré será una comparación entre la ciencia y la teosofía respecto al sol, la luna y la tierra.
¿La luz produce calor o viceversa?
¿Sabían los antiguos de los ciclos solares de 11 años que la ciencia hoy confirma?
¿Es el sol realmente un faro incandescente?
¿Existe realmente una fuerza de gravedad?
Éstas y otras cuestiones serán tratadas en el curso. Los espero, la entrada es para todo público, con una cooperación simbólica, ya sea por sesión o por las tres.
La sede nacional de la ST en México se ubica en la calle de Ignacio Mariscal #126 Col. Tabacalera, entre el metro Revolución y el monumento a la Revolución.
miércoles, 22 de febrero de 2012
Darwin vs Blavatsky: El hombre no desciende del mono.
Todo
grupo de organismos tiende a multiplicarse más allá de los medios de
subsistencia; la batalla constante de la vida -la “lucha para obtener lo
bastante para comer y escapar de ser comido”,
añadida a las condiciones circundantes- necesita una perpetua extirpación de
los ineptos. Los selectos de cada agrupación, que de este modo permanecen,
propagan las especies y transmiten sus características orgánicas a sus
descendientes. Todas las variaciones útiles se perpetúan de esta manera, y se
efectúa una mejora progresiva. ¿Qué CAUSA, combinada con otras causas
secundarias, produce las “variaciones” en los organismos? Muchas de estas
causas secundarias son puramente físicas, climatológicas, de alimentación, etc.
Muy bien. Pero más allá de los aspectos secundarios de la evolución orgánica,
hay que buscar un principio más profundo. Las “variaciones espontáneas” y las
“divergencias accidentales” de los
materialistas son términos contradictorios, en un universo de “Materia, Fuerza
y NECESIDAD”. La mera variabilidad del tipo, sin la presencia inspeccionadora
de un impulso casi inteligente, no puede explicar, por ejemplo, las
complejidades estupendas y las maravillas del cuerpo humano. La insuficiencia
de la teoría mecánica de los darwinistas ha sido detalladamente expuesta por el
Dr. Von Hartmann, entre otros pensadores puramente negativos. El escribir, como
lo hace Haeckel, de células ciegas
indiferentes, “ordenándose a sí mismas en órganos”, es abusar de la
inteligencia del lector.
El
darwinismo sólo descubre la Evolución en su punto medio, es decir, cuando la
evolución astral ha sido reemplazada por el funcionamiento de las fuerzas
físicas ordinarias conocidas por nuestros actuales sentidos. Pero la teoría
darwinista, hasta en este punto, aun con los “desarrollos” que últimamente se
han intentado, no puede hacer frente a los hechos que el caso presenta. La
causa que yace en el fondo de la variación fisiológica de las especies -a la
cual todas las otras leyes están subordinadas y son secundarias- es una
inteligencia subconsciente que penetra la materia, y que en último término es
una REFLEXIÓN de la sabiduría Divina y Dhyân-Chohánica. Un pensador tan
conocido como Ed. von Hartmann ha llegado a una conclusión parecida, pues
desesperando de la eficacia de la Selección Natural no ayudada, considera a la Evolución como inteligentemente guiada
por lo INCONSCIENTE - el Logos Cósmico del Ocultismo. Pero este último actúa
sólo empleando como medio a FOHAT, o sea la energía Dhyân Chohánica.
Darwin
coloca en el lugar de una fuerza creativa consciente, construyendo y ordenando
los cuerpos orgánicos de los animales y plantas con arreglo a un plan
designado, una serie de fuerzas naturales operando ciegamente (según nosotros
decimos) sin fin y sin designio. En lugar de un acto arbitrario de operación,
tenemos una ley de Evolución necesaria... (también la tenían Manu y Kapila, y, al
mismo tiempo, Poderes directores conscientes e inteligentes). Darwin, muy
sabiamente había dejado a un lado la cuestión de la primera aparición de la
vida.
La forma más elevada es la que contiene la
explicación completa de la más ínfima, nunca lo contrario.
La teoría de Haeckel de que “el lenguaje
surgió gradualmente de algunos simples y rudos sonidos animales”, visto que tal
“lenguaje aún permanece entre unas pocas razas del rango más ínfimo”, es por
completo incorrecto, según arguye el profesor Max Müller entre otros. Sostiene
él que aún no se ha dado explicación plausible alguna de cómo vinieron a la
existencia las “raíces” del lenguaje. Para el lenguaje humano se requiere un cerebro humano.
Y las cifras que relacionan el tamaño de los cerebros respectivos del hombre y
del mono muestran cuán profundo es el abismo que separa a los dos. Vogt dice
que el cerebro del mono más grande, el gorila, no mide más que 30’51 pulgadas
cúbicas; al paso que el término medio del cerebro de los indígenas australianos
de cabeza achatada -la más inferior, actualmente, de las razas humanas- llega a
99’35 pulgadas cúbicas! Los números son testigos rudos, y no saben mentir. Por
consiguiente, como observó con verdad el doctor F. Pfaff, cuyas premisas son
tan sanas y correctas como necias sus conclusiones bíblicas: El cerebro de los
monos más parecidos al hombre no llega a la tercera parte del cerebro de los
hombres de las razas más inferiores: no es la mitad del tamaño del cerebro de
un recién nacido.
Por lo
anterior es, pues, muy fácil de ver que para probar las teorías
Huxley-Haeckelianas de la ascendencia del hombre, no es uno, sino un gran
número de “eslabones perdidos” -una
verdadera escala de progresivos peldaños evolucionarios- que tendrían
primeramente que encontrarse y luego ser presentados por la Ciencia a la
presente humanidad pensante y razonadora, antes de que ella abandonase su
creencia en los Dioses y en el Alma inmortal, para rendir culto a los
antecesores cuadrúmanos.
La teoría de Darwin las transmutaciones no
tienen lugar ni por la casualidad ni en todas las direcciones. Son ellas
regidas por ciertas leyes debidas a la organización misma. Si un organismo se
modifica una vez en una dirección dada, puede sufrir cambios secundarios o
terciarios; pero conservará la impresión del original. Dos seres pertenecientes
a dos tipos distintos pueden referirse a un
antecesor común, pero el uno no puede ser descendiente del otro. Ahora
bien; el hombre y el mono presentan un contraste muy sorprendente por lo que respecta al tipo. Sus órganos corresponden
casi exactamente término por término; pero estos órganos están arreglados bajo
un plan muy distinto. En el hombre están ordenados de modo que es esencialmente
un andador, mientras que en el mono
necesitan que sea un trepador... Hay
aquí una diferencia anatómica y mecánica. La consecuencia de estos hechos,
desde el punto de vista de la aplicación lógica de la ley de las caracterizaciones permanentes, es que el
hombre no puede descender de un antecesor ya caracterizado como mono, como no
puede descender un mono catarrino sin cola, de un catarrino con ella. Un animal
caminante no puede descender de uno trepador.
Esto fue claramente comprendido por Vogt.
Al colocar al hombre entre los primates,
declara él sin vacilar que las clases más ínfimas de los monos han pasado el
jalón (el antecesor común) de que han partido y divergido los diferentes tipos
de familia. (A este antecesor de los monos lo ve la Ciencia Oculta en el grupo
humano más inferior durante el período Atlante, como se ha indicado). Debemos
pues, colocar el origen del hombre más allá del último mono (lo que corrobora
nuestra doctrina), si queremos adherirnos a una
de las leyes más estrictamente necesarias a la teoría darwiniana.
Sin
embargo, tenemos una cosa en común con la escuela darwinista, y es la
ley de la evolución gradual y extremadamente lenta, abarcando muchos millones
de años. El pleito principal, según parece, está en lo que se refiere a la
naturaleza del “antecesor” primitivo. Se nos dirá que el Dhyân Chohan, o el “progenitor”
del Manu, es un ser hipotético desconocido en
el plano físico. Contestamos que toda la Antigüedad creía en él, y que hoy
creen las nueve décimas partes de la humanidad presente; mientras que no sólo
es el hombre pitecoide u hombre-mono un ser puramente hipotético de la creación
de Haeckel, desconocido e incontrable en esta Tierra, sino que además su
genealogía -según él la ha inventado- choca con los hechos científicos, y con
todos los datos conocidos de los descubrimientos modernos de la Zoología. Es
sencillamente un absurdo, aun como ficción. Según demuestra De Quatrefages en
pocas palabras, Haeckel “admite la existencia de un hombre pitecoide
absolutamente teórico” - cien veces más difícil de aceptar que cualquier
antecesor Deva. Y no es éste el único ejemplo en que procede de un modo
semejante, a fin de completar su cuadro genealógico. En una palabra: él mismo
admite su invención cándidamente; pues confiesa la no existencia de su Sozura
(estado catorce) - un ser completamente desconocido para la Ciencia - al confesar
bajo su propia firma que: La prueba de su existencia se funda en la necesidad
de un tipo intermedio entre los estados trece y catorce.
¿Cuáles son esas pruebas decisivas de la
descendencia del hombre de un antecesor pitecoide? Si la teoría darwinista no
es la verdadera, se nos dice; si el hombre y el mono no descienden de un
antecesor común, entonces tenemos que explicar la razón de:
I.
La semejanza de estructura entre los dos; el hecho de que el mundo animal
superior -el hombre y la bestia- sea físicamente de un tipo o modelo.
II.
La presencia de órganos rudimentarios en el hombre, esto es, rastros de órganos
anteriores, ahora atrofiados por falta de uso. Algunos de estos órganos, se
asegura, no hubieran tenido ningún objeto, excepto en un monstruo semianimal,
semiarbóreo. ¿Por qué, además, encontramos en el hombre esos órganos
“rudimentarios” -tan inútiles como inútil es el ala rudimentaria al aptérix de
Australia-, el apéndice vermiforme del caecum, los músculos de los oídos, la
“cola rudimentaria”, con la cual nacen todavía algunos niños, etc.?
Entre las criaturas existentes no hay una
sola forma intermedia que pueda llenar el vacío que existe entre el hombre y el
mono. Ignorar este vacío, añadía, “sería tan injusto como absurdo”.
Finalmente, lo absurdo de semejante
descendencia antinatural del hombre
es tan palpable, en vista de todas las pruebas y testimonios que resultan de la
comparación del cráneo del pitecoide con el del hombre, que De Quatrefages
acudió inconscientemente a nuestra teoría esotérica, diciendo que más bien son
los monos los que pueden pretender su descendencia del hombre, que no lo
contrario. Según Gratiolet ha probado, respecto de las cavidades del cerebro de
los antropoides -en cuyas especies se desarrolla este órgano en razón inversa a
lo que sucedería si los órganos correspondientes en el hombre fueran realmente
producto del desarrollo de tales órganos en el mono-, el tamaño del cráneo
humano y de su cerebro, así como las cavidades, aumentan con el desarrollo
individual del hombre. Su inteligencia se desarrolla y aumenta con la edad, al
paso que sus huesos faciales y quijadas disminuyen y se fortalecen, haciéndose
así más y más espiritual, mientras que con el mono sucede lo contrario. En su
juventud, el antropoide es mucho más inteligente y bueno, al paso que con la
edad se hace más obtuso; y, a medida que su cráneo retrocede y parece
disminuir, según va creciendo, sus huesos faciales y quijadas se desarrollan, y
el cráneo se aplasta finalmente y se echa por completo atrás, marcándose cada
día más el tipo animal. El órgano del pensamiento, el cerebro, retrocede y
disminuye, completamente dominado y reemplazado por el de la fiera, el aparato
de las quijadas.
Debido al tipo mismo de su desarrollo, el
hombre no puede descender ni del mono
ni de un antecesor común al mono y al hombre, sino que indica que su origen es
de un tipo muy superior a él mismo. Y este tipo es el “Hombre Celeste”; los
Dyân Chohans, o los llamados Pitris, según se ha manifestado en la Parte I del
volumen III. Por otra parte, el pitecoide, el orangután, el gorila y el
chimpancé, pueden, como la Ciencia
Oculta lo enseña, descender de la Cuarta Raza-Raíz humana animalizada, siendo
un producto del hombre y de especies de mamíferos ya extinguidas -cuyos remotos
antecesores eran, a su vez, producto de la bestialidad lemura- y que vivían en
el período Mioceno. La ascendencia de este monstruo semi-humano se explica en
las Estancias como teniendo origen en el pecado de las razas “sin mente”, en el
período medio de la Tercera Raza.
Lo mismo acontece con la importante cuestión
de los órganos “rudimentarios” descubiertos por los anatómicos en el organismo
humano. Indudablemente, esta clase de argumentación, manejada por Darwin y
Haeckel contra sus adversarios europeos, resultó de gran peso. Los
antropólogos, que se atrevieron a disputar la derivación del hombre de
antecesores animales, se encontraron totalmente embarazados para explicar la
presencia de agallas, el problema de la “cola”, etc. En este punto también
viene el Ocultismo en nuestro apoyo, con los informes necesarios.
El
hecho es que, según se ha dicho ya, el tipo humano es el repertorio de todas
las formas orgánicas potenciales y el punto central de donde éstas irradian. En
este postulado encontramos una verdadera “evolución” o “desenvolvimiento”, en
un sentido que no puede decirse que pertenezca a la teoría mecánica de la
Selección Natural. Criticando las deducciones de Darwin de los “rudimentos”, un
hábil escritor observa:
¿Por
qué no ha de tener la misma probabilidad de ser una hipótesis verdadera el
suponer que el hombre fue primeramente creado con esas señales rudimentarias en
su organización, las cuales se convirtieron en apéndices útiles en los animales
inferiores en que el hombre degeneró, como suponer que estas partes existían en
completo desarrollo, actividad y uso práctico en los animales inferiores de los
cuales fue generado el hombre?.
Léase
en lugar de “en los cuales el hombre degeneró”, “los prototipos que el hombre esparció, en el curso de sus
desenvolvimientos astrales”, y tendremos ante nosotros un aspecto de la
verdadera solución esotérica. Pero ahora vamos a formular una generalización
más amplia.
En
lo que concierne a nuestro presente período terrestre de la Cuarta Ronda, sólo la fauna mamífera
puede considerarse originada de los prototipos desprendidos del Hombre. Los
anfibios, los pájaros, reptiles, peces, etcétera, son los resultados de la
Tercera Ronda, formas astrales fósiles, almacenadas en la cubierta áurica de la
Tierra, y proyectadas en objetividad física, subsiguientemente a la deposición
de las primeras rocas laurenianas. La “Evolución” tiene efecto en las
modificaciones progresivas que la Paleontología muestra que han afectado a los
reinos inferiores, animal y vegetal, en el curso del tiempo geológico. No toca,
ni puede tocar, por la misma naturaleza de las cosas, al asunto de los tipos
prefísicos que sirvieron de base a la futura diferenciación. Puede,
seguramente, determinar las leyes generales que dirigen el desarrollo de los
organismos físicos; y, hasta cierto punto, ha desempeñado hábilmente la tarea.
Los mamíferos cuyos primeros rastros se
descubren en los marsupiales de las rocas triásicas de la época Secundaria,
fueron evolucionados de progenitores puramente
astrales, contemporáneos de la Segunda Raza. Son, pues, posthumanos, y, por
consiguiente, es fácil explicarse la semejanza general entre sus estados
embrionarios y los del Hombre, quien necesariamente encierra en sí y compendia
en su desarrollo los rasgos del grupo que originó. Esta explicación desecha una
parte del epítome darwinista.
Pero
¿cómo explicar la presencia de las agallas en el feto humano, las cuales
representan el estado por el cual pasan en su desarrollo las branquias del pez;
el vaso palpitante que corresponde al corazón de los peces inferiores y el cual
constituye el corazón del feto; la completa analogía que presenta la
segmentación del óvulo humano, la formación del blastodermo y la aparición del
estado “gástrula” con estados correspondientes de la vida vertebrada inferior y
aun entre las esponjas; los diversos tipos de la vida animal inferior que la
forma del futuro niño delinea en el ciclo de su crecimiento?... ¿Cómo es que
sucede que ciertos estados de la vida de los peces, cuyos antecesores nadaron
(evos antes de la época de la Primera Raza) en los mares del período Siluriano,
así como también estados de la fauna anfibia y reptil posterior, se reflejen en
la “historia compendiada” del desarrollo del feto humano?
Esta
objeción plausible es contestada con la explicación de que las formas animales
terrestres de la Tercera Ronda se
referían tanto a los tipos plasmados por el Hombre de la Tercera Ronda, como
esa nueva importación en el área de nuestro planeta -el tronco mamífero- se
refiere a la Humanidad de la Segunda Raza-Raíz de la Cuarta Ronda. El proceso
del desarrollo del feto humano compendia, no sólo las características generales
de la vida terrestre de la Cuarta Ronda, sino también las de la Tercera. El
diapasón del tipo es recorrido en compendio. Los Ocultistas, pues, no se ven
apurados para “explicarse” el nacimiento de niños con un verdadero apéndice
caudal, o el hecho de que la cola en el feto humano sea, en cierto período, de
doble tamaño que las nacientes piernas. La potencialidad de todos los órganos
útiles a la vida animal está encerrada en el Hombre -el Microcosmo del
Macrocosmo- y con alguna frecuencia condiciones anormales pueden dar por
resultado los extraños fenómenos que los darwinistas consideran como una
“reversión a rasgos de antecesores”. Reversión, verdaderamente; pero no en el
sentido que suponen nuestros empíricos de hoy.
Tomado de la Doctrina Secreta de HPB, Vol. 4
Tomado de la Doctrina Secreta de HPB, Vol. 4
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